La mirada de un párroco, desde la esperanza y el optimismo. Ésta es la propuesta del autor de estas reflexiones que tendrán una periodicidad quincenal.

sábado, 3 de marzo de 2012

La actualidad de Mounier


En otro artículo de este blog ya comentamos la importancia que tenía Enmanuel Mounier para los que pensamos que hace falta hacer un mundo mejor. Y ante el movimiento del 15 M o de los “indignados”, y las revueltas estudiantiles y sindicales de estos días que vemos cómo están cogiendo fuerza, es bueno, creo yo, que dejemos algunas cosas claras.

Para comprender bien a Mounier, el hombre cristiano, pensador y filósofo que nos dejó a los 45 años de edad, hay que saber sobre su publicación “Esprit” pues con ella comienza a difundir su “personalismo”. Una publicación que caía en ambientes de intelectuales y de obreros en la capital de Francia. Mounier dejaba tras de sí una de las vidas y de las obras más apasionantes de la Iglesia moderna.

Sí. Para comprender bien a Mounier, y descubrir el sentido que tiene para la persona del 2012, hay que indagar a un mismo tiempo en su palabra y en su vida. Este hombre que un día dijo que el hombre sólo se realiza “haciendo” y sólo hace en cuanto “es”, vivió en su misma experiencia cotidiana esta dialéctica del “ser” en la permanente resistencia del “actuar”.

Su vida pública y privada, religiosa y profana, fue una permanente búsqueda de esta síntesis insaciable que nos lleva a no descuidar ningún acontecimiento, pues cualquiera de ellos puede darnos la clave de nuestra presencia entre los hombres. Mounier mirará al mundo, solidario con todos los seres humanos, con extraordinaria sensibilidad, siendo enormemente fiel a su inspiración cristiana.

Pero hay algo que nos debe interrogar a todos. ¿Por qué Mounier no tiene hoy audiencia? Las editoriales tienen poco interés en publicar sus obras. A Mounier se le cita poco o nada y de pasada, algunas veces para adornar el párrafo con alguna de sus frases inspiradas. Muchos estudiantes de filosofía terminan la carrera sin saber quién es, y para no pocos seminaristas Mounier es un desconocido. Desconocer hoy a Mounier es asumir un descrédito, pues es él quien nos eleva a todos los seres humanos con la dignidad de “persona humana”

En este tiempo se habla mucho de la “estructura” de la “sociedad” como la fuente de los males que nos rodean. Los “indignados” dicen que el capitalismo, la corrupción, son siempre los culpables; que esta sociedad ha fracasado. Todo se resuelve en echar las culpas a unas instancias ajenas al sujeto, esto es a uno mismo. Y cuanto más alejada de él mejor, porque así es más difícil comprobar que quizá es uno mismo quien tiene parte de la culpa que proyecta fuera de él. Aquí el personalismo habla de algo tan simple como responsabilidad subjetiva y objetiva, de mí y de los demás, pero nunca sólo mía ni sólo de los demás. Aunque la situación negativa desapareciera, aunque la estructura acertara a cambiar lo negro en blanco, al sujeto le habríamos hecho un robo: le habríamos quitado la posibilidad de ser agente de transformación y de cambio, empezando por el cambio más radical, que consiste en cambiar el corazón del propio corazón.

Se está dando gran importancia al 'individualismo', y se piensa que, mientras la estructura cambia, y va para largo, 'uno' tiene derecho a disfrutar. Aquí el personalismo habla de solidaridad desde abajo.
 
El hombre de hoy 'juega a ser víctima' de todo, mientras vamos dando golpes a diestro y siniestro sembrando heridos y muertos a nuestro alrededor: la esposa engañada, el hijo con el que no quiso dialogar porque en la "tele” había un programa muy interesante, la zancadilla al compañero de trabajo. Aquí el personalismo habla de fidelidad y de saberse reconocer culpables.

Está de moda hablar de 'pacifismo’, y preguntarnos junto con Mounier ¿es pacifismo el miedo a derramar la sangre propia, o respeto a la sangre de los demás? Es buen tono lamentarse de la proliferación de intervenciones armadas en otros países, mientras vemos el gran pasotismo de nuestra sociedad y la indefinición de valores, el vacío de generosidad y de fraternidad.
 
Hay que llenarnos de vivencia personalista. Por eso tiene sentido hoy hablar de Mounier, pues hay que pedirle que nos preste las tijeras para cortar un traje en cuyos bolsillos tengan cabida los enfermos, los parados, los ancianos, los niños que vinieron por descuido, los disminuidos, los que saludan al sol de cada día como una caricia y un regalo.

Este creyente de fe curtida, ha pasado por la vida provocando a los creyentes y no creyentes, y nos dio interrogantes desde la libertad, para que reflexionemos sobre la virtud de una llamada al examen de conciencia.

Muy de Cuaresma, ¿no?

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