La mirada de un párroco, desde la esperanza y el optimismo. Ésta es la propuesta del autor de estas reflexiones que tendrán una periodicidad quincenal.

sábado, 31 de marzo de 2012

Caminar con criterios nuevos


A punto de celebrar la Semana Santa me viene a la memoria el relato de “La mujer adúltera” pues veo esta mujer como un anuncio de la Pascua.
 
Me sitúo en la escena y veo a la mujer tirada delante de Jesús. Aquellos hombres esperan una respuesta que comprometa a Jesús, pero esta escena evangélica nos da a  entender el mejor ejemplo para un cambio, o un nuevo sistema de actuación y de valoración. Este momento que es “dramático” para la mujer, hipócrita para los acusadores, Jesús lo convierte en un acto, llamémoslo “revolucionario”. Nadie, en nombre de ninguna ley, ni de ningún principio, ni de ninguna moral, tiene derecho a condenar, marginar o considerar, definitivamente perdida ninguna persona humana.

Aquella mujer no es liberada de la lapidación porque todos somos pecadores y nadie tiene derecho a condenar a nadie, sino porque, simplemente Dios no tiene ningún interés en condenar, sino en facilitar que la gente pueda ser feliz.

Seguro. Es una suerte encontrarse con Jesús, y por este motivo, experimentar la inmensamente gozosa llamada a la libertad y a la felicidad. Es más, aquí no se trata tampoco de perdón, ni de invitaciones a la conversión, —pues el “no peques más” esta al final, no antes— sino que todo es mucho más sencillo. Jesucristo ama y quiere el bien de aquella mujer.

Cierto. Toda persona humana, esté como esté, tiene derecho a encontrar a su lado alguien que se la tome en serio y crea en ella y en sus posibilidades. Este es el criterio con el que Dios mira a las personas y Jesús actúa haciendo realidad este criterio de Dios.

Y si antes he dicho, que este pasaje de la mujer adultera es un anuncio de la Pascua, es por lo siguiente: Jesús llegará a la cruz precisamente porque pretende mostrarnos que estos inusitados y nuevos criterios son los criterios de Dios, en contra de las “verdades” de aquellos sacerdotes, fariseos, zelotas y romanos. La Pascua, la Resurrección de Jesucristo, será la afirmación del sí que Dios da y que estos criterios son los suyos, y que nunca deberá darse a nadie por definitivamente por muerto, ni ahora, ni más allá de este mundo.

A ejemplo de Dios, no debemos condenar nunca a nadie, si bien tenemos que ayudar a todos a combatir duramente las acciones del mal. Este admirable equilibrio de Cristo, entre la máxima comprensión para con la persona pecadora y la máxima severidad para con la realidad objetiva del mal, es difícil realmente de imitar. Cuando queremos ser tolerantes con las personas, fácilmente caemos en relativismo o indiferentismo éticos. Cuando deseamos no claudicar en los principios, nos volvemos duros y crueles con las personas, faltando muy fácilmente al supremo precepto del amor. Y a menudo, defecto aún peor, resulta que somos tolerantes con nosotros mismos e intransigentes con los demás, tal como hacían los letrados y fariseos que acusaron ante Jesús a la mujer adúltera.

Hacer un mundo nuevo, es hacer visible la Pascua, y así vivir la realidad del mensaje de Jesús, y caminar, sí, caminar dando la mano a todos aquellos a los que nadie da la mano.

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