La mirada de un párroco, desde la esperanza y el optimismo. Ésta es la propuesta del autor de estas reflexiones que tendrán una periodicidad quincenal.

sábado, 26 de mayo de 2012

Familia escuela parroquia


Esta mañana, me ha llamado mi amigo Germán, para decirme que diéramos un paseo y charlar un rato. Cuando llegamos a nuestra ruta del colesterol, enfrente del nuevo Hospital La Fe, me dice:

— “Explícame lo que dijiste ayer en las celebraciones de las Primeras Comuniones, pues nuestra amiga Eugenia me ha dicho que le gusto tanto”.

— ¡Ya! Quieres decir que a tu amiga le gustó mi predicación, pero que no ha sabido decirte lo que yo dije. Esto me recuerda aquello de: “El señor cura ha hablado muy bien, aunque no le he entendido nada”.

— No, hombre no. Me ha comentado que te “metiste con la familia y la escuela”.

— ¡Ya! ¿Y, tú piensas, que lo dije, para bien o para mal?

— Bueno, déjate y cuéntame.
 
Mira Germán, estos días estoy viendo a muchos niños y jóvenes en la plaza de la Iglesia, y constato la falta de educación en todos los niveles. Es un ambiente enormemente enrarecido de violencia y enfrentamiento entre ellos. Esto no es bueno. Es mas, te diré que todos los años me viene algún feligrés o familiar para que interceda en las solicitudes de ingreso al colegio de los salesianos, y me viene a la memoria algo que creo profundamente.

sábado, 12 de mayo de 2012

Padrenuestros y abuelas


¡Que cosas pasan...!

Estamos en estos días a las puertas de celebrar las Primeras Comuniones, y al igual que todos los años, las madres trajeron a sus hijos a las parroquias para inscribirlos a la catequesis.
 
Hoy recordaba que al rellenar la ficha de inscripción siempre me gusta preguntar a los pequeños con mucho ánimo coloquial, (aunque se que les es difícil contestar), cuál es el día exacto de su nacimiento, o la parroquia en donde fue bautizado.

El nombre del papá y la mamá es más fácil, el suyo más fácil todavía y el número de teléfono está “chupao”, pero todo esto es la introducción a un tema que a mí me preocupa y es la vivencia de muchas familias de nuestra sociedad sin la presencia de Dios, y es entonces cuando viene la pregunta: ¿Pepito tú sabes el Padrenuestro?

El niño me mira encoge los hombros, pone una boca de piñón, abre unos ojos brillantes, y dice: ¿qué es eso? La madre suele decir: “Si se lo enseñe, pero se le habrá olvidado, y es que son tantas cosas las que tiene que aprender que yo, muchas veces, me sorprendo”.