La mirada de un párroco, desde la esperanza y el optimismo. Ésta es la propuesta del autor de estas reflexiones que tendrán una periodicidad quincenal.

sábado, 4 de febrero de 2012

Educar y aprender



Recuerdo que teníamos ocho años y que un amigo de la escuela primaria, mi amigo Quique,  me dio una gran lección que he recordado toda mi vida. Hoy es buen médico.

Esto es lo que pasó:

Le veía muy entusiasmado con el aprendizaje: estudiaba, preguntaba, y con las pocas luces intelectuales y materiales de aquella edad, me impresionaba. Los dos íbamos a la Escuela Unitaria y regresábamos juntos a casa, pues vivíamos a cien metros y éramos vecinos.
 
Yo me preguntaba: ¿Por qué tanto interés tenía Quique en aprender?

Un día que caía una tormenta enorme, me refugié en su casa y allí descubrí el porqué. Nada más llegar a su casa su madre le preguntó por lo que había aprendido, y él empezó a ser “su profesor”. Su madre, Ángela, no sabía leer ni escribir y Quique se lo explicaba con su “graciosa pedagogía”. Era el mejor “repaso” que un alumno puede hacer: recordar lo que hacia un rato el profesor,  Don Serafín, le había enseñado. Os tengo que decir que Ángela aprendió a leer y escribir gracias a su hijo.
 
Esto me motivó de forma indirecta, pues creo que en aquel momento y a los ocho años, yo no le di tanta importancia hasta que pasados dos años, y siguiendo jugando con él, me vino a mi mente aquella gran lección. Aquí cambio el rumbo de mi interés por la “enseñanza”, pero no fue hasta los quince años que ingresé al Bachillerato Nocturno.
 
¡Qué buena experiencia el estar en contacto asiduamente con los niños y jóvenes de la catequesis parroquial! Constatar en algunos su ilusión, en otros el cansancio y en los más, su deseo de hacerse mayores. Son tiempos de crecimiento emocional, pero… No nos engañemos: ¡qué difícil está hoy el mundo de la enseñanza!
 
El último informe Pisa nos deja muy alejados de los puestos de cabeza. Más allá del debate, hay una realidad dramática. La tasa española de fracaso escolar es una de las más altas de Europa y es así que  tenemos que reconocer que estamos más en la cola sobre la capacidad de estudios.

Veintitrés años de experiencia siendo profesor de secundaria, y tres años Jefe de Estudios en el Jordi de Sant Jordi de Valencia, me da pie para poder decir a los padres, que no piensen que sus hijos por ir a una escuela de “curas o monjas” van a ser mas educados. ¡NO!

En mi demarcación parroquial hay dos centros estatales, más uno del Ayuntamiento y dos privados. La experiencia es clara: Niños en cualquiera de los centros pueden ser buenos o malos alumnos. La “educación” no nace en las escuelas, sino en la relación con los padres. La educación es cosa de los padres. Una niña es educada, porque sus padres la han educado correctamente y le han enseñado a escuchar,  a valorar a las personas y descubrir lo positivo.

Es así que, un niño bien educado en la familia tiene más posibilidades de captación de conocimientos en colegios de religiosos, estatales o privados.

Sí. Es cierto que los colegios religiosos tienen más posibilidades lúdicas y deportivas, pues los sábados y domingos los centros están abiertos. Hemos visto cómo  un futbolista como Soldado, se hizo deportista gracias, en parte, a las actividades de los Salesianos de la Fuente de San Luis.
 
Pero estoy convencido que la familia es más importante que la escuela, y tenemos que mentalizarnos y potenciarnos en sacar de la constante amenaza a la estructura familiar. Y que los profesores y, sobre todo los padres, motiven y despierten la curiosidad de los niños, que es más importante que cualquier actuación que se realice en Secundaria o en la Universidad.
 
Leía hace unos días a James Heckman, premio Nobel de economía y profesor de la Universidad de Chicago: “las habilidades que se deben enseñar en los primeros años de vida son las que promueven la sociabilidad, la concentración, la orientación hacia un objetivo y el control de las emociones. En resumen, la formación del carácter. Son más importantes que el cociente intelectual o la transmisión  de conocimientos porque son habilidades que ayudan a aprender nuevas habilidades”.

Dentro de este mundo en crisis económica y de valores, tenemos que llenarnos de esperanza y pensar que desde la familia, la escuela y la comunidad parroquial hay posibilidades de llenar nuestras vidas, crear un mundo mejor, donde las alegrías y el bien común sea una gran realidad.

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