La mirada de un párroco, desde la esperanza y el optimismo. Ésta es la propuesta del autor de estas reflexiones que tendrán una periodicidad quincenal.

sábado, 7 de enero de 2012

Pequeños (grandes) recuerdos (II)


Mi primera aventura en auto-stop  fue ir a Madrid, Extremadura, Portugal, Costa Atlántica,  Santiago y por el Cantábrico hasta Bilbao, pero esta experiencia os la contaré otro día.

Cuando mi amigo Germán se enteró de estos viajes, se quedó muy impresionado. Tanto,  que le tuve que explicar las cosas muy detenidamente. Sus preguntas se amontonaban: ¿por qué te fuiste? Afirmaba: ¡Tú estabas loco!, ¡solo por esas carreteras! ¿Cómo te comunicabas con tu familia? ¿Cuántos días fuera de casa? ...

Mira German —le dije— yo era un estudiante de Bellas Artes; tenía que pintar y/o ser profesor. En la clase de Historia del Arte que nos daba Felipe Garín, lo veíamos todo en diapositivas o en los libros. Esto me dejaba en vilo. ¡Cuánto me gustaría ver todo esto al natural! La ilusión de un joven era: ¡¡¡Vivir, conocer, experimentar!!! Yo estaba decidido a viajar y en esos momentos no veía ningún peligro, y de hecho nunca me arrepentí de aquella “locura”.

Recuerdo llegar a Milan y entrar en Santa María delle Grazie, comenzada en 1446, pero ampliada bajo la dirección de Bramante (en 1492), autor de su precioso claustro. Puerta con puerta está el Cenáculo vinciano, que en su tiempo fue el refectorio de un convento dominico, y ahora sede de la famosa Última Cena (1495-1497), de Leonardo. Comoquiera que Leonardo quiso innovar la técnica del fresco, el resultado es que se halla en la actualidad muy deteriorado,. Pero visitar La Última Cena sigue siendo una experiencia conmovedora, pues uno no se imagina tener delante una pintura de 9 metros por 4,5 y ver la cuidadosa composición. A ambos lados de Jesús, están sentados dos grupos de tres apóstoles cada uno, ligados cada cual mediante miradas y los gestos. Es el momento plasmado en que Jesús dice: “Uno de vosotros ha de traicionarme”.

Recuerdo que  en Venecia  entré en la Scuola Grande di San Rocco, donde se contemplan cuadros de Tintoretto sobre temas del Nuevo Testamento. Sobre todo, su crucifixión, de la cual escribió Henry James que “sin lugar a dudas, no hay otro cuadro en todo el mundo que rebose tanta vida humana; en él esta comprendido todo, incluida la belleza más exquisita”. Es una de las más grandes obras de arte.

Estaba yo pensando entrar en el Seminario y un sacerdote amigo me dio un documento con un cuño oficial, informando que estudiaba arte y que estaba en camino para entrar en el Seminario. “Por si acaso”, en dos casos lo enseñe. Tiempos del Nacional Catolicismo.

Recuerdo que el viaje de Barcelona a Marsella lo hice muy rápido, pero a la salida de Marsella camino a Niza me pasé tres horas a la espera, aunque... no te voy a contar lo cotidiano, sino esas experiencias que se grabaron y siguen presentes en mi mente.
 
En tres días tuve dos muy buenas invitaciones.

La primera fue en Niza. Era turística y en nada se parecía a lo que hoy podemos contemplar. Sí la playa, El Negresco, pero lo que más recuerdo fue la invitación de “pescadito frito” que dos hombres que estaban jugando al dominó y que al ver la bandera española me preguntaron por Franco. No eran partidarios.  Todavía cuando alguna vez he pasado por  Niza, viene a mi memoria la comida en el pequeño puerto de pescadores.

La segunda fue a la salida de Mónaco camino a Milan. En plena cuesta y a las 12 del mediodía. No existía la autopista. Pasó rapidísimo un Fiat de gama alta, precioso. En mi vida había visto algo igual, y a los cien metros paró, dio marcha atrás y me invitaron a subir. Dos señores muy trajeados. Sus preguntas fueron directas. ¿España ya va mejor económicamente? ¿Ya han empezado a fabricar el coche SEAT? La verdad es que eran ejecutivos. Ellos delante y yo como un gran personaje allí detrás como un “emperador”.

En lo alto de los Alpes, pararon en un restaurante de alta montaña. ¡Pobre de mí, pensé! Les dije que yo continuaba, pero que si al terminar de comer yo estaba en la carretera les pedía que me llevaran. ¡No! ¡Tú vienes con nosotros a comer! Con el hambre que llevaba y puesto que ya estábamos en Italia, recordaré toda mi vida  mi primer plato de ¡PASTA ITALIANA! ¿Será por eso que me encanta la pasta italiana “al dente”?

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