La mirada de un párroco, desde la esperanza y el optimismo. Ésta es la propuesta del autor de estas reflexiones que tendrán una periodicidad quincenal.

sábado, 26 de noviembre de 2011

¡Qué tiempos éstos!


A menudo y sobre todo en tiempo de crisis, los cristianos nos preguntamos: ¿Qué tengo que hacer?

Vamos a comenzar el Adviento y me llena de optimismo las palabras de Benedicto XVI en su viaje a Benin en África: ¡¡¡ Esperanza!!! “Que la Iglesia católica en África sea siempre uno de los pulmones espirituales de la humanidad y se convierta cada día más en una bendición para el noble continente africano y para todo el mundo”. Así concluye el Papa la exhortación cargada de palabras de aliento para animar a trabajar a los católicos africanos a favor de la nueva evangelización. “Levántate, Iglesia en África, familia de Dios”.

Cierto que podemos hacernos preguntas en este tiempo de Adviento: ¿Cómo vivir este tiempo de esperanza? ¿Qué tengo que hacer ante las gentes que me rodean? ¿Cómo vivir mi fe?  El Nuevo Testamento nos da respuestas de formas diferentes: “Si quieres ser perfecto, ve, vende cuanto tienes y sígueme”. “En esto consiste la vida eterna, en que te conozcan a ti, único Dios verdadero y a quien enviaste, Jesucristo”. “Una sola cosa es necesaria”. “Buscad el Reino de Dios y su justicia, lo demás se os dará por añadidura”.

San Pablo en el tercer domingo de Adviento nos dirá: “No apaguéis el espíritu, no despreciéis el don de la profecía; sino examinarlo todo, quedándoos con lo bueno”. En este momento, al comenzar el Adviento esta exhortación de San Pablo a los cristianos en el año 51 puede ser un precioso mensaje para nosotros: para nuestras comunidades parroquiales de nuestro alrededor, la de los rostros conocidos de cada domingo, y también para la comunidad más lejana, la que alcanza el mundo entero.

Dejemos atrás en este tiempo de Adviento las desesperanzas y escuchemos las palabras de Benedicto XVI que en África nos dijo: “también hoy son tantas las ataduras con el mundo viejo, tantos los miedos que nos tienen prisioneros y nos impiden vivir libres y dichosos. Dejemos que Cristo nos libere de este mundo viejo y accedamos a un mundo nuevo donde la justicia y la verdad no son una ilusión, sino un mundo de libertad interior y de paz con nosotros mismos, con los otros y con Dios”. “Tened ánimo”.

Estemos preparados a recorrer este tiempo de esperanza activa, sabiendo  que el don de la profecía sigue presente: ilusiones, esperanzas, críticas, sugerencias, criterios, propuestas, impulsos. Pero quizá se oyen muy poco, quizá hay demasiados pocos medios que se oigan. Tenemos que vivir con el deseo de vitalizar a nuestra Iglesia de Europa.

“Vamos a preparar la venida del Señor”, ahora en este Adviento, quizá debería  implicar esto: valorar mucho nuestro encuentro en la oración, y tratar de descubrir tantos y tantos dones de profecía que nacen en el pueblo cristiano.

Cada vez que celebramos la Eucaristía miramos hacia el pasado, porque es el memorial de la Muerte salvadora de Jesús. Pero también miramos hacia delante: “mientras aguardamos la gloriosa venida de nuestro Salvador Jesucristo”. Y en el centro de cada Eucaristía proclamamos: “ven, Señor Jesús”. En estas semanas de Adviento debemos dejarnos invadir de esta confianza. La Eucaristía es el signo más concreto y eficaz de la presencia salvadora del Señor en nuestra vida: anticipo de la salvación definitiva final.

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