La mirada de un párroco, desde la esperanza y el optimismo. Ésta es la propuesta del autor de estas reflexiones que tendrán una periodicidad quincenal.

sábado, 3 de septiembre de 2011

Cinco veces al día


Después de regresar de Bolonia, donde pude visitar el Oratorio de Santa Cecilia, experiencia fantástica, que ya os contaré, me reuní a tomar un café con mi amigo Germán.

Le comente que el mes pasado cuando fui a visitar a una enferma me sorprendió con una pregunta pues me dijo: “Don Rafael, como sabe yo tengo una chica árabe que me ayuda en las labores de la casa y me atiende. Me dice Fátima que los árabes son más religiosos que los cristianos porque rezan cinco veces al día, y yo no he sabido contestarle”

Fátima estaba presente, y les comente que sí, que es verdad los árabes rezan cinco veces al día, pero le pregunté a Fátima si sabía por qué.

“Porque así lo dijo el profeta Mahoma” —contestó. Entonces le pregunte si conocía la historia de Mahoma y se quedó en silencio.


Mahoma nació en La Meca, en aquellos tiempos, una pequeña localidad rodeada de desierto en la parte occidental de la península Arábiga, a pocos kilómetros del mar Rojo. Pertenecía al clan Hasim, de la tribu de los Quraish, y su padre, Abd Allah, murió antes de que él naciera, por lo que el huérfano fue acogido por su abuelo Abd al-Mutalib, jefe de los Hasim.

Contaba doce años de edad cuando se enroló por primera vez en la caravana de su tío, tomando a su cargo el cuidado de los camellos. En su primer viaje a Damasco tuvo ocasión de contactar con los cristianos nestorianos, secta condenada en el Concilio de Éfeso por negar el dogma de la Santísima Trinidad y el carácter divino de la maternidad de María. Según la leyenda, el monje Bahira descubrió en el niño los indicios de la profecía y previno a sus familiares para que lo protegieran de los judíos.

Con su tío, Mahoma llegó a adquirir gran experiencia en la conducción de caravanas por el desierto, pero la falta de recursos le impidió independizarse. A los veinticinco años se casó con Jadicha, una viuda rica que, antes de contraer matrimonio, le puso a prueba enviándole con una de sus caravanas a Siria. Fue en Siria donde Mahoma descubrió a través de maestros judíos y cristianos la práctica de la Oración. Ya los judíos desde antes de Cristo tenían la práctica de orar en horas establecidas. Jesús mismo, como judío piadoso, rezaba en estas horas.  En la hora nona, mientras colgaba de la cruz, rezó las primeras palabras del salmo 22: "Dios mío, por qué me has abandonado”.

Mahoma, llegado el atardecer solían descansar, del duro recorrido de las caravanas en los llamados “caravasar”, enormes edificios por el que dormían animales y  viajeros. Coincidiendo algunos de estos junto a comunidades descendientes de San Benito. Allí los monjes rezaban cinco veces al día y todavía hoy la Iglesia reza este Oficio Divino. Maitines, Laúdes, Hora Intermedia, Vísperas y Completas.

Durante la Edad Media el Oficio Divino se organizó partiendo principalmente de los monasterios benedictinos.  En su regla, San Benito recomienda insistentemente a sus monjes que durante sus viajes no dejen pasar las horas de la oración. Debían rezar cada semana el salterio íntegro (los 150 salmos).

Para rezar algunas horas, las "horas menores", no era obligación acudir a la iglesia, sino que, al escuchar la trompeta o campana, los monjes, interrumpiendo sus ocupaciones se ponían a orar en el lugar que se encontraban (como hacen los musulmanes). Para las "horas mayores", (maitines, laúdes, vísperas), toda la comunidad se reunía en la iglesia.
En sus predicaciones, Mahoma se inclinaba hacia un monoteísmo basado en la creencia en un Dios lleno de bondad y todopoderoso, que juzgará a cada uno según su actuación; el hombre debe mostrar gratitud a Dios y reconocer su dependencia respecto a él.
Inicialmente, pues, el islamismo se presentó como una continuación del cristianismo y del judaísmo, religiones que Mahoma conocía.  Con la predicación pública se iniciaron las críticas hacia el monoteísmo profesado por Mahoma, y pronto tuvo lugar una primera confrontación con los árabes politeístas.

Al finalizar mi relato les dije que yo rezo cinco veces al día, para dar gloria y alabanza a Dios y pedir por las necesidades de los seres humanos.

María la enferma se reafirmo, y recibió la Comunión. Fátima, me agradeció mis palabras, no dejando de sorprenderse.

Mi amigo German estaba muy atento escuchándome, y casi se le enfrió el café. Guiñándole el ojo le dije a mi amigo: German, ahora hay que saber entrar en Internet.

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