La mirada de un párroco, desde la esperanza y el optimismo. Ésta es la propuesta del autor de estas reflexiones que tendrán una periodicidad quincenal.

sábado, 17 de septiembre de 2011

Europa, ¿cristiana?


Recuerdo que siendo profesor de Instituto del Jordi de Sant Jordi, la directora de aquel momento me pidió que organizase la visita al Parlamento Europeo de Estrasburgo, dada mi afición a viajar, pues habíamos sido invitados a este viaje con 40 alumnos.

Sentados todos en la gran sala de conferencias, y todos (alumnos y profesores acompañantes) impresionados por tales instalaciones, se proyectó una película de 20 minutos. Aquí se nos decía la importancia de los Antecedentes e Inicio de Europa.


En los antecedentes recuerdo que se nos dijo: el Imperio se formó en 962 bajo la Dinastía sajona a partir de la antigua Francia Oriental (una de las tres partes en que se dividió el Imperio carolingio). Desde su creación, el Sacro Imperio se convirtió en la entidad predominante en la Europa central durante casi un milenio hasta su disolución en 1806. En el curso de los siglos, sus fronteras fueron considerablemente modificadas. Al momento de su mayor expansión, el Imperio comprendía casi todo el territorio de la actual Europa Central así como partes de Europa del Sur. Así, a inicios del siglo XVI en tiempos del emperador Carlos V, además del territorio de Holstein, el Sacro Imperio comprendía Bohemia, Moravia y Silesia. Por el sur se extendía hasta Carniola en las costas del Adriático; por el oeste, abarcaba el condado libre de Borgoña (Franco-Condado) y Saboya fuera de Génova, Lombardía y Toscaza en tierras italianas. También estaba integrada en el Imperio la mayor parte de los Países Bajos con la excepción de Artois y Flandes, al oeste del Escalda….

Pero rápidamente se concreto en la figura de Carlos I de España y V de Alemania
El propósito que tuvieron los Reyes Católicos, abuelos maternos del emperador Carlos V, tras la conquista de Granada, descubrimiento y primera evangelización de América, fue la reforma del clero y promoción de la cultura, de la ciencia y el arte.

Carlos I de España y V de Alemania (1500-1558) trataría de conseguir también los mismos ideales de sus abuelos  los Reyes Católicos, Isabel y Fernando, que fue el de llevar a cabo sus empresas a la sombra de la cruz y lograr en todos los territorios la unidad política y religiosa y la unión de los pueblos. Educado en el ambiente caballeresco cristiano de la corte borgoñona, sueña con renovar el Imperio o el reino católico universal de la Edad Media. Identifica catolicismo con sentimiento nacional, por lo que defender a la Iglesia es para él como defender la unidad del Imperio, que creía amenazada tanto en el interior como en el exterior por los herejes. Esto configuraría también a la Iglesia española de su tiempo.
Como profesor de religión me sorprendió ver en el Parlamento Europeo cómo el cristianismo había tenido tanta influencia en  la Cultura de Occidente.

Ahora añado yo que en 1517 Carlos I comienza  a reinar en Castilla y Aragón, la Iglesia había conocido ya en España sus primeros movimientos de reforma, que continuarán en la época siguiente: reforma de las órdenes religiosas, reforma del clero, reformas llevadas a cabo por Cisneros y los mismos monarcas; medidas que se toman contra los moriscos y judaizantes; consolidación de la jerarquía eclesiástica con obispos dignos y bien preparados, atención especial que se presta a la formación del clero; apertura del campo misionero en América y Filipinas, en las que se establecen nuevas diócesis, colegios, universidades, centros de catequesis, etc., a las que acuden numerosos clérigos y seglares para llevar a cabo la obra de evangelización.

Las Universidades de Salamanca y de Alcalá se convierten en el emporio de la cultura y de la ciencia.  La Biblia Políglota alcalaína (que se acaba en 1517 y se completa en 1520) nace alrededor del complejo cultural que para estudios de filosofía y teología establece Cisneros en Alcalá: el Colegio de San Ildefonso y su célebre Universidad, los cuales se convierten en centro de Humanismo cristiano, de reforma y de formación del clero. Uno y otra se unen a los demás centros y colegios de formación, que ilustrados eclesiásticos establecen por España: en Valladolid, Salamanca, Sevilla, Granada, etc. Salamanca aporta la tradición y la madurez de la nueva Escolástica y de ella saldrán las grandes ideas de Humanismo y de evangelización para América.

En el campo más amplio de la cultura aparece por doquier un Renacimiento o un Humanismo cristiano, que desde las aulas universitarias de Salamanca o de Alcalá se extiende a la ciencia, al arte y a las manifestaciones mismas de la vida humana.

Si Luis Vives, pedagogo de Europa y maestro del Emperador, recoge su humanismo y su filosofía de las esencias del viejo cristianismo, Francisco de Vitoria se convierte en maestro del Derecho de Gentes y del estudio y entendimiento de una nueva teología. Tanto de Salamanca, como de otros Estudios y Universidades de España, salieron los obispos y teólogos que iban a iluminar con su doctrina el Concilio de Trento. Mucho trabajó Carlos I para que se iniciaran las primeras sesiones conciliares en 1545, y al esfuerzo de los embajadores imperiales Hurtado de Mendoza, Francisco de Toledo o el conde de Luna se debió que éstas pudieran seguir adelante.

Aunque hace pocos años, la fallida Constitución Europea no quiso reconocer la importancia de la religiosidad y en particular del Cristianismo, cuando uno viaja, que alegría al llenar “mi  cantimplora”,  al contemplar las ciudades con las grandes catedrales en Europa, o esas preciosas Iglesias de Rávena, Módena, Bolonia y tantas otras.

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