La mirada de un párroco, desde la esperanza y el optimismo. Ésta es la propuesta del autor de estas reflexiones que tendrán una periodicidad quincenal.

sábado, 28 de mayo de 2011

Cosas de mi amigo Germán


En algunos momentos o situaciones, reivindicamos que casi el noventa por ciento de nuestra sociedad está bautizada, que las instituciones nos deberían de tener más en cuenta a los cristianos, y aun siendo esto verdad en algunas ocasiones y a renglón seguido, nos llenamos de ofuscación exigiendo a ese porcentaje de cristianos bautizados que si no son consecuentes con su fe, porqué se acercan a la sacramentalidad.

Es por esto que, durante estos días nuestras  parroquias se llenan de niños, y familias que participaran en las Primeras Comuniones, de los grupos apostólicos que preparan el campamento de Pascua y sobre todo de la movida del  cristianismo sociológico que tenemos.

En estos días siempre recuerdo a un niño llamado Germán.


Esto es lo que pasó: Germán era un niño avispado, inquieto, y preocupado de aprender, era de esos niños que a las catequistas les gustaría que el resto de niños y niñas fueran igual que Germán. Después de dos cursos de catequesis llego el día y tomó la Primera Comunión.

Luego constate sin gran sorpresa que Germán estaba dentro de la estadística del 90%. Es este un número determinado de niños que luego no aparece por la Iglesia.

Pasaron unos meses, y me lo encontré cargado con esas mochilas llenas de libros camino de la escuela. Me saludo con alegría, lo cual me lleno de gozo. Las preguntas me saltaron de inmediato: ¿Germán como estas, vas a la escuela, estas contento? Pero la pregunta que más me interesaba venia ahora. ¿Germán, después de recibir a Jesús ya no te he visto por la parroquia?

Su respuesta sincera y convencida me dejo con los pies en el suelo. ¿Para que tengo que ir a la parroquia si ya he tomado la Primera Comunión? Tocó en ese momento el timbre de entrada al colegio, me dio un beso y corriendo me dijo: ¡hasta mañana! Muchos días nos hemos saludado en la calle.

Se que es un buen hijo y sus padres lo adoran. Han pasado los años y no hemos coincidido en nuestro caminar por el barrio, pero me quedo a la espera sabiendo que Dios escribe recto en renglones torcidos, y alguna vez me pregunto: ¿Dentro de varios años habrá encontrado al amor de su vida, y tendré que hacerle los papeles para la boda?

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