La mirada de un párroco, desde la esperanza y el optimismo. Ésta es la propuesta del autor de estas reflexiones que tendrán una periodicidad quincenal.

sábado, 15 de octubre de 2011

Todos somos hijos de Dios


Regresábamos en barco, desde Génova a Barcelona, después de un viaje por Austria y con muy buen tiempo, en la cubierta conversaba con mi amigo Germán tomándonos un té fresco.

Mi amigo estaba inquieto, pues tiene el problema de una nieta que su hijo no quiere bautizar. Germán es un hombre de Iglesia que al quedar viudo y pensionista se apuntó a los cursos de teología del Instituto de Ciencias Religiosas, y ahora es oyente de ciertas asignaturas en la Facultad de Teología.
   
Me comenta Germán que su hijo, que estudió en los Salesianos, le dice que “cuando sea mayor que lo pida, pues hay compañeros que así lo hacen y de esta forma nos ahorramos la fiesta, y si la niña el día de mañana nos pide la Comunión, todo junto, y menos gastos”. “Mi hijo ni se da cuenta de mi sufrimiento interior” —comenta Germán.

   
Y continúa: “Como puedes ver, no es la fe, sino el dichoso dinero, y eso que este matrimonio no tiene problemas económicos. Un día de éstos, cuando las cosas se tranquilicen, le diré cómo mi nieta, que es criatura del amor de sus padres, es también criatura de Dios, pero… que pena, pues al no recibir las aguas del Bautismo, siguiendo la doctrina de San Pablo, (palabra revelada por Dios), mi nieta no es hija de Dios”.
       
“Hermanos todos sois hijos de Dios, por la fe en Cristo Jesús. Los que os     habéis incorporado a Cristo por el Bautismo os habéis revestido de Cristo” (Gálatas 3, 26).
   
Es el mismo Jesús el que nos dice que cada vez que queramos rezar a Dios le digamos Padre. Solo el cristianismo le dice a Dios Padre, por lo que nosotros somos hijos por el Bautismo.
   
Cierto, German —le dije yo—, como tu caso hay algunos. Estos comportamientos de hijos de padres creyentes, corren como la pólvora.
   
Yo recuerdo a un compañero del seminario que opinaba, que no teníamos que bautizar a los niños. Tenia opiniones entrecruzadas, y claro, se salió antes del diaconado. Pasó el tiempo, encontró a una chica, se enamoró, se casó y al tiempo tenía un hijo entre sus brazos. Era y es ahora, precioso.

Me llama por teléfono un día y quedamos a tomar café. Me dice: “Rafael quiero que bautices a mi hijo”.  Me sorprende. ¡Pero como bautizar a tu pequeñín!  ¿No decías que a los niños no hay que bautizarlos, que cuando sean mayores ya decidirán?

Me responde: ¡Vale, vale! Sabes que aunque no soy cura, soy creyente y en mi  matrimonio, Jesús esta presente en todo lo que decidimos. He reflexionado y prefiero que mi hijo el día de mañana me pueda decir “y tu por qué me bautizaste”, y poder responderle “porque para tu madre y para mí,  en el Sacramento del Bautismo, es el mismo Dios, que con su Gracia Divina te considera como hijo y no solo como su criatura”. Imagínate si nosotros creyendo en Dios y conscientes que somos miembros de la Iglesia, mi hijo me dijera el día de mañana: “Papá, vosotros que creéis en Dios ¿por qué me habéis privado de ese don de Dios durante todos estos años? No sabría qué responderle.

Cierto Germán, el Bautismo es uno de los tres Sacramentos de la Iniciación Cristiana y en todos ellos se nos da la Gracia, don de Dios, y con el testimonio de los padres y animados por la Comunidad Cristianas tenemos que hacer que esta Iglesia que todos formamos, sea cada vez más santa.
   
Mira que puesta de sol, pienso que es buen momento para pedir en oración por tu hijo y su familia, dar gracias a Dios por este viaje que hemos realizado, por las muchas maravillas de la naturaleza y la creatividad del ser humano.

Y nos quedamos viendo el anochecer.

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