La mirada de un párroco, desde la esperanza y el optimismo. Ésta es la propuesta del autor de estas reflexiones que tendrán una periodicidad quincenal.

sábado, 7 de julio de 2012

San Juan de Ávila


Como miembro de la Unión Apostólica del Clero, la noticia del próximo reconocimiento de San Juan de Avila como Doctor de la Iglesia, es de enorme satisfacción y alegría, y me hace remontar al año 1970, siendo yo seminarista, cómo se recibió en el seminario de Valencia y con gran gozo su canonización, por el Papa Pablo VI.

En mis cuatro años de estudios en el Seminario de Sevilla (1965-69), ya se nos destacaba la gran importancia de este gran sacerdote que fue beatificado por León XIII en 1894 y declarado patrono del clero español en 1946, por el Papa Pío XII.

En Sevilla Don Isaac, formador, sacerdote y gran persona, nos decía cómo Juan de Avila quiso ser misionero en Indias, pero, por obediencia, todo su fecundo ministerio sacerdotal discurrió en Andalucía; y cómo llevó una vida intensa, dedicada particularmente a la oración, a la predicación y a la formación específica de quienes se preparaban para el sacerdocio.

En la biblioteca cercana a nuestra galería del Seminario, estaba su abundante obra, destacando Audi, filia; Memoriales; Tratado del amor de Dios; Tratado sobre el sacerdocio;
Pláticas; Sermones; así como un abundante epistolario, un catecismo y una peculiar obra en verso, Doctrina cristiana, concebida para que la cantaran los niños.

Recuerdo que el 10 de Mayo de 1969, en el cuarto centenario de su muerte fui a Montilla (Cordoba), junto con otros compañeros a visitar el lugar donde él reposa.

La sensación de pobreza de conocimientos, por mi parte, y de lo que me quedaba por aprender era, casi traumatizante, pero por el tiempo, uno se da cuenta, que la vida nos da posibilidades de hacer pequeñas cosas, que sumadas día a día, nos va acercando al evangelio de Jesús, que Juan de Avila predicaba.

En la actualidad, como en los tiempos difíciles de Juan de Avila, es preciso que los sacerdotes, con su vida y obras, nos distingamos por un vigoroso testimonio evangélico. De aquella época recuerdo algunas citas del Papa Pablo VI: «el hombre contemporáneo escucha más a gusto a los que dan testimonio que a los que enseñan, o si escucha a los que enseñan, es porque dan testimonio”

Sigue diciendo Pablo VI que para que no nos quedemos existencialmente vacíos, comprometiendo con ello la eficacia de nuestro ministerio, debemos preguntarnos constantemente: «¿estamos realmente impregnados por la palabra de Dios? ¿Es ella en verdad el alimento del que vivimos, más que lo que pueda ser el pan y las cosas de este mundo? ¿La conocemos verdaderamente? ¿La amamos? ¿Nos ocupamos interiormente de esta palabra hasta el punto de que realmente deja una impronta en nuestra vida y forma nuestro pensamiento? ».

Así como Jesús llamó a los Doce para que estuvieran con El y sólo después los mandó a predicar, también en nuestros días los sacerdotes estamos llamados a asimilar el «nuevo estilo de vida» que el Señor Jesús inauguró y que los Apóstoles hicieron suyo.

La identificación sin reservas con este «nuevo estilo de vida» caracterizó la dedicación al ministerio del Juan de Avila.

Recojo unas anotaciones sobre San Juan de Avila que la revista Ecclesia del 3 de marzo de este año contiene y que nos pueden ayudar:

“Sacerdote del siglo XVI que sigue viviendo en el siglo XXI, será el 34 doctor de la Iglesia y el cuarto español tras San Isidoro de Sevilla, Santa Teresa de Jesús y San Juan de la Cruz”

El Papa Benedicto XVI anunció en la Jornada Mundial de la Juventud Madrid 2011, al finalizar, el sábado 20 de agosto, la eucaristía con seminaristas de todo el mundo en la catedral de la Almudena, que San Juan de Ávila sería proclamado Doctor de la Iglesia.

La Conferencia Episcopal Española durante los próximos meses, llevará a cabo diversos actos de preparación, de cara a la ceremonia de proclamación que tendrá lugar en Roma, y está elaborando un plan de comunicación para difundir a la opinión pública diversos aspectos sobre su persona y su obra.

Ya se han dado los primeros pasos para elaborar una identidad corporativa: se ha creado un logotipo, una página web (http://sanjuandeavila.conferenciaepiscopal.es) y una cuenta en twitter (@sjuandeavila_d), en la que desde hoy, todos los que lo deseen, podrán «seguir» a San Juan de Avila.

Quiero terminar esta reflexión, con el deseo de plasmar mi “Cantimplora medio llena” con unas palabras del gran Papa Juan XXIII en la Carta encíclica Sacerdotii nostri primordia, publicada en 1959, en el primer centenario de la muerte, de otro gran santo como fue, San Juan María Vianney, donde presentaba su fisonomía ascética refiriéndose particularmente a los tres consejos evangélicos, considerados como necesarios también para los presbíteros: «Y, si para alcanzar esta santidad de vida, no se impone al sacerdote, en virtud del estado clerical, la práctica de los consejos evangélicos, ciertamente que a él, y a todos los discípulos del Señor, se le presenta como el camino real de la santificación cristiana» (35).

Es necesario que la comunión entre los sacerdotes y con el propio obispo, basada en el sacramento del Orden y manifestada en la concelebración eucarística, se traduzca en diversas formas concretas de fraternidad sacerdotal efectiva y afectiva. Sólo así los sacerdotes sabremos vivir en plenitud el don del presbiterado y seremos capaces de hacer florecer comunidades cristianas en las cuales se repitan los prodigios de la primera predicación del Evangelio.

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