La mirada de un párroco, desde la esperanza y el optimismo. Ésta es la propuesta del autor de estas reflexiones que tendrán una periodicidad quincenal.

sábado, 21 de julio de 2012

Pequeños (grandes) recuerdos (VI)


En mi anterior Pequeños (grandes) recuerdos V, terminaba con estas letras: “A toda prisa y comiendo un bocadillo saqué un billete, tomé un tren de cercanías que me llevó a Perugia y de allí a Asís. ¿Qué me esperaba en la ciudad de Francisco? Esto para otro día”.  Pues bien, ya estamos en ese “otro día”.

No tenemos que olvidar que estamos en el año 1965, y esto lo digo, porque cuando veo alguna película del neorrealismo Italiano, me veo como metido en estas escenas. Me explico: aquel tren al que subí en la estación de Florencia estaba lleno de gentes que iban y venían con sus cestas, unas llenas de tomates, otras con pollos y conejos, un griterío desbordante y, en medio de todo, los “carabinieris” pidiendo documentación pues habían realizado una redada en la estación, por el robo a una. Treinta minutos salió el tren tarde, aunque recordando nuestra Renfe de aquella época, la puntualidad no era normal: sabía uno a qué hora subía al tren y a qué hora bajaba, pero nunca a qué hora salía el tren y a qué hora llegaba al destino.

El bus de Perugia a Asís, fue otra odisea, pues seguimos con la imágenes del neorrealismo, sin asiento y en el pasillo, de pie, y entre paquetes llegue a Asís.

Lo primero que me maravilló fue mi visita a la Basílica de Santa Clara, donde se conserva el crucifico de Francisco. No es momento de desarrollar la vida de San Francisco, aunque bien sabemos que su nombre era Juan de Bernardone, pero lo de Francisco le viene por el mote de “franchesco”, esto es el “afrancesado, pues su madre que era francesa, lo bestia a tal estilo frances.

sábado, 7 de julio de 2012

San Juan de Ávila


Como miembro de la Unión Apostólica del Clero, la noticia del próximo reconocimiento de San Juan de Avila como Doctor de la Iglesia, es de enorme satisfacción y alegría, y me hace remontar al año 1970, siendo yo seminarista, cómo se recibió en el seminario de Valencia y con gran gozo su canonización, por el Papa Pablo VI.

En mis cuatro años de estudios en el Seminario de Sevilla (1965-69), ya se nos destacaba la gran importancia de este gran sacerdote que fue beatificado por León XIII en 1894 y declarado patrono del clero español en 1946, por el Papa Pío XII.

En Sevilla Don Isaac, formador, sacerdote y gran persona, nos decía cómo Juan de Avila quiso ser misionero en Indias, pero, por obediencia, todo su fecundo ministerio sacerdotal discurrió en Andalucía; y cómo llevó una vida intensa, dedicada particularmente a la oración, a la predicación y a la formación específica de quienes se preparaban para el sacerdocio.

En la biblioteca cercana a nuestra galería del Seminario, estaba su abundante obra, destacando Audi, filia; Memoriales; Tratado del amor de Dios; Tratado sobre el sacerdocio;
Pláticas; Sermones; así como un abundante epistolario, un catecismo y una peculiar obra en verso, Doctrina cristiana, concebida para que la cantaran los niños.